No obstante, el libro principal de los Reyes se complace en encarnar, personalizar la extravagancia y el significado de Salomón, las cosas materiales para decirlo claramente, mientras que el segundo, no dedica más que un pasaje a Jeroboam II, como si fuera la ingenuidad de tener otro santuario que el de Jerusalén.En un lapsus de veintiún siglos